A mi amigo, G.M.:
Si me pides un consejo, no te veré como un débil, sabré que me ves como un amigo. Gracias por ese privilegio.
Darte un consejo no me hace sentir superior, me permite mostrarte mi amor por ti. Gracias por permitírmelo.
Si me ofreces un consejo, me demostrarás tu preocupación y amor por mi. Gracias por ese regalo.
Y lo más importante, sé que verte confundido pidiendo ayuda, no te descalifica, y puedo contar contigo también cuando el confundido soy yo. Gracias por estar.
Los consejos son algo que llena nuestra boca y nuestros oidos gran parte del tiempo. En discusiones, conversaciones triviales, con amigos, con conocidos, con compañeros, etc... A veces suelen darse de entrometidos, por obligación, porque sí, en fin, razones y motivaciones pueden existir por montones.
En mi vida de cristiano, cuento con un Dios, que guiará mis pasos en primera instancia. Además cuento con un guía que camina junto a mi, y en quien puedo confiar plenamente en todo tiempo. Cuento con mis padres, de los cuales recibo principios útiles para mi vida. Pero además, siempre existe un amigo que está ahí cuando debe estar. Todos tenemos a alguien que no tienen ninguna obligación con nosotros, pero en su amor, está.
Así como existe ese amigo medio molesto que parece que siempre tuviera problemas y se nos acerca para pedirnos auxilio, consejería y exhortación, también existe ese amigo, o incluso ese "conocido" en el cual confiamos, y le contamos todos nuestros pesares, y confiamos en su integridad moral para darnos consejo.
Este post, aunque largo, solo tiene un propósito. Decirte que no descalifiques a ese amigo que no parece un ejemplo de integridad moral. No se trata de confiar en cualquiera, cuyos frutos son solo de perdición aun para sí mismo. Se trata de tomar en cuenta que aquel amigo que ha caído en ocasiones, también ha estado de pié en otras. Si sus tropiezos son más grandes que los tuyos, probablemente su caida haya sido de más alto. Aprender a caminar implica tocar el suelo no solo con los pies, sino con las rodillas, las manos o incluso con la cara de vez en cuando. Todos hemos fallado, y todos hemos tenido momentos de victoria. Comparte los tuyos, y aprende de los otros. No cierres tus ojos. Recibe gustoso cada nuevo aprendizaje para tu vida, ponlo en práctica y verás que la marca en la pared, va subiendo cada día. Crecer no es lo mismo que engordar.