viernes, 6 de agosto de 2010

En el micro.

Premisa: No acostumbro (ni me gusta) mucho, redactar textos muy largos, pero esta vez no pude hacer nada.
Esto me pasó hace dos días atrás. (Martes 3 de Agosto)
Iba en el micro.. sentado en el penúltimo asiento del costado izquierdo. Atrás, en la última fila de asientos, sentado en el que da directo al pasillo, un anciano. Frente a él, una caminadora cargada con una mochila y un par de bolsas.
Lo miré de reojo cuando subí y sin notar la caminadora creé en mi mente la imagen de un borrachito con un carro de feria y "cosas"... Nada importante... Nada agradable....

Como siempre, iba absorto mirando por la ventana cuanto se cruzara en mi campo visual.
Tras unos diez o quince minutos de viaje, escucho unos balbuceos poco comprensibles detrás de mi.
- El caballero - pensé - Me está hablando a mi. ¿Qué hago? ¿Debo mirar? Quizá está hablando por teléfono.
Los balbuceos continuaban. Después de dos o tres intentos, comenzó a dar suaves golpeteos en el asiento contiguo a mi.
- Sí, definitivamente me está hablando a mi - concluí. Así que di la vuelta para ver qué necesitaba.
Entre palabras cortadas, claros esfuerzos motrices, un escaso control de sus movimientos corporales, y una mala pronunciación, logro entender que me pide ayuda para bajar del micro porque es necesario bajar la caminadora "de punta" hacia la puerta y él no posee ni la fuerza ni el espacio suficiente para hacerlo solo.
- Me equivoqué. Es solo un ancianito. - Sin pensar más, me puse de pie velozmente para ayudarle, pero me detuvo diciendo que aún no era el momento. Después de esa intervención tuve tiempo de poner atención en mí. Pude reconocer una sensación de culpabilidad por haber juzgado precoz, torpe y equívocamente. Tras eso, fui conmovido: Pobrecito, debo ayudarlo. - Pensé en mi abuela, y su silla de ruedas.
Fue un largo trámite y requirió de esfuerzo, pero finalmente entendí la ubicación de su destino.
- Uribe con Matta, antes de que siga hacia el sur.
- Aaah!! Listo! Ya entendí. Pucha, pero yo me bajo muy cerca de acá. - E.M. estaba de cumpleaños, y tenía que pasar a la casa de M.S. para irnos juntos a la fiesta. Me pidió que fuera a buscarla un poco más tarde de lo presupuestado, así que ya estábamos atrasados.
- Bueno, no importa. Yo allá le pido a otra persona que me ayude a bajar.
Nuevamente fui conmovido. Soy yo el que debe ayudarlo. Imaginaba en su mirada dulce a Cristo diciéndome: Nicson, yo he sido fiel contigo, solo necesito un poco de ayuda, se fiel conmigo. Cuántas veces hemos de pedir ayuda en nuestra vida. Por qué no darla cuando alguien realmente la necesita. [1]
Aun con una sensación de responsabilidad y a contrareloj (mi bajada estaba cada vez más cerca) me acerqué a un chico un asiento más adelante que había subido hace dos calles.
- Disculpa, tú bajas más allá del centro, ¿verdad? 
- Sí, ¿Por qué? - noté incomodidad y un poco de susto en su mirada.
- ¿Podrías ayudar a este señor a bajarse del micro en Uribe con Matta?
- Ah! - lo miró con desagrado - Pero es que no me sé bien las calles.
- Mira es.. [...] - le di indicaciones sobre la ubicación - De todas formas, él te puede indicar cuando lleguen.
- Ah! Ya, pero es que mira, ando con todas estas cosas. - Me mostró algunas prendas que levaba sobre sus manos. Parecían ser partes de un traje de huaso, pero no estoy seguro.
- Entonces... ¿No? - insistí, pensando que lo reconsideraría.
- Pero es que tengo todo esto - Refutó nuevamente.
- Bueno, no te preocupes, gracias.
Me quedé mirando al vacío pensando en qué hacer.
- No importa, vamos, yo lo ayudo [2]- dije finalmente al anciano. Estaba a una calle de mi bajada, y asumí que mis amigas comprenderían. 
- ¿Y después tendrás que devolverte caminando?
- Sí, pero no importa, no es tanto.
- No, no te preocupes. Le diré a alguien más.
- No, vamos. No es problema.
- Gracias.
Tomé mi decisión [3] y contrario a lo que esperaba... la tensión disminuyó. Reforzó mi convicción cuando me contó que había estado desde las 11 de la mañana esperando que un bus lo dejara subir (cuando me subí yo, ya eran las 5 de la tarde).
De forma inesperada, dos calles después, se sube E.A.  (un amigo de mi congregación). Nos saludamos con la alegría de siempre. Y tras un rápido intercambio de palabras, acordamos que sería él quien lo ayudaría, ya que su bajada era mucho más hacia el sur.
Los tres sonreímos con simpatía, y pude ir a mi destino.

Probablemente esté equivocado, pero si me preguntan, creo que todo lo que necesitaba era tomar la decisión, y poner la necesidad de otro, antes de mis intereses - no sé si egoistas pero... - personales.
Dios puede ponernos a prueba en todo. Solo hace falta abrir los ojos, atender al oido, y estar dispuesto.
Me sentí feliz de ser probado una vez más, y creo firmemente que si no pude tomar un bus más temprano (como estaba planeado), y la persona a la que recurrí como "relevo" se negó a hacerlo... Yo tenía que estar en ese lugar, y la llegada de mi amigo, fue un regalo, y una nueva muestra de la fidelidad de Dios.[4]


[1] El que cierra su oido al clamor del pobre, también él clamará y no será oido. (Pr. 21:13)
[2] ...Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Lc. 10:27) (¿Quién es mi prójimo?)
[3]...Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. (Jn. 8:31)
[4] Conoce pues, que tu Señor es Dios,  Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones. (Dt. 7:9 )

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