Hace un par de meses tuve que hacer un diseño de investigación para la universidad. Nuestro tema fue el voluntariado de bomberos y algunos de los factores que pueden influir en las conductas de ayuda con alto costo (arriesgando la vida).
Sin llegar a esos extremos, una de las teorías propone que al ver a otro en un problema, o en condiciones de aflicción, aplica en nosotros la simpatía, sintiéndonos así partícipes del dolor ajeno y percibiéndolo de forma casi vívida. Luego, calmar su dolor, desencadena en un alivio personal. Podríamos decir entonces, según esto, que ayudar no es precisamente una conducta altruista -aunque sí prosocial - ni es necesario ser un filántropo empedernido. De hecho, se acerca al egoísmo, y nace de nuestras propias necesidades e intereses.
Aún así, ocurre... Y gracias a (este tipo de) conductas egoístas, somos capaces de vivir de forma adaptada en sociedad. Contrario al egoísmo que es capaz de arrasar con la integridad de terceras personas con tal de satisfacer nuestros íntimos deseos. Una vez más estamos frente a esa linea delgada que separa lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto, la osadía admirable de la estupidez poco precavida, un hábito interesante de una obsesión preocupante.
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